CARTA DE UNA ROSA ( PROSA)

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Desde el jardín de mis emociones, has arrancado palabras este día...
¡Diciendo que las rosas laceramos con nuestras espinas! ¡Ahhhh! ¡Blasfemia!
¿Acaso no has mirado a mis hermanas tan exuberantes? ¡Tanta belleza escondida en sus pétalos y en su sangre, oculto, el veneno de muerte!
¿Aún no has probado la savia tóxica que se esconde en su corazón?
Dices, que por ser bella tengo aguijones afilados;
pero... ¿No soy yo la que todos quieren podar y halar de mis cabellos para esparcirlos?
¿No eres tú quien me nombró la representante del amor y la amistad?
Desde entonces, mi corazón llora... Languidece... Y mis espinas, que no son más que la muestra de la transparencia de mi sinceridad al estar totalmente expuestas, son mutiladas; Desprendidas de mi tronco, causando mil heridas que se suman a mi desventura.
Te he acompañado por largos años en tus amores;
sacrificándome para alegrar la cama donde tus quimeras me ponen al rojo, hasta deshidratarme pintando tus sábanas blancas con las acuarelas de mi sangre;
en tus poesías, he sido el mayor ejemplo de delicadeza y en los funerales me abandonan, entre lágrimas saladas;
donde paso frío hasta morir al lado de las calaveras, que tiritan sin consuelo en el abandono del inframundo.
Y aún así... ¡Sigo aquí, a tu lado! Preparando mil capullos más, para llenar tu vida de alegría, de metáforas bellas que desplieguen los sentires de tu alma;
y no porque me ames o me cuides, sino por el simple hecho de haber nacido con el corazón blando, puro y enamorado.
Afirmarás que estoy llorando... Pero no, no lo estoy... Es sólo una gota de agua, que había quedado atrapada en mi corola;
no te preocupes, limpiaré mi mejilla; Siempre lo hago;
-es el ejercicio por verte sonreír-
Solo te pido que no digas que soy falsa; ¡Ya basta¡ Te aseguro que en todo el jardín, no hallarás a alguien tan sincera como yo.
Y a pesar de que quizás nunca comprendas la terquedad de mis sentimientos cristalinos, al regocijarme con el brillo de las perlas de tu boca ¡créeme! Lo seguiré haciendo; aunque para ello, tenga que morir mil veces en el intento.