Crecieron las rosas de mi
estancia,
posando en tus ojos mis desvelos,
zurciendo los minutos a las horas,
dulce, azul de mis miedos…
Y te miro en el vacío repentino,
en que repican las campanas de la
noche,
anhelando la piel de mi delirio,
en tus brazos; música de mis
acordes.
Donde libo tu sentir tan dulce,
como néctar que explora los
sentidos,
y gotea por el surco de la boca,
lento y plácido en suaves latidos.
Augurando nuestro encuentro
vespertino
que esponja la sábanas de lino,
declinando silenciosas y pausadas
en cada beso… Soy más fuego sobre
tu almohada…