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martes, 30 de mayo de 2017

HASTA LA MÉDULA.


Hasta la médula.


En la hombría de tus caderas,
se desliza el susurro de mi mente
aniquilada por el aroma de tu piel,
desinhibida por los clamores de tus células
que incitan a mi lengua a degustar la clemencia
y levantar los ayunos impuestos con dones de Afrodita.


Te degusto,
ante un altar de delicias que se catan como el vino
endulzando cada pliegue,
arañando los espacios vacíos de ternezas,
donde retumban con demencia mis suspiros,
mientras voy bebiendo en cada poro la esencia de tu fuego.
depositando en cada beso la pasión de mi centro
y las iniquidades del eros.
Remontando.
Remontando el vuelo.
Esa revoltosa pirueta que eriza mi piel
y la envuelve en su flama
quemándola de clamores,
otorgando licencias a tus fantasías
que arremeten con instinto contra mi santuario,
coronando de sonrojos los excesos
culminantes de complacencias susurradas,
sobre las suaves y blancas sábanas,
en las que se derrumban nuestras esculturas
después de habernos entregado hasta la médula.






miércoles, 24 de mayo de 2017

SE PARECE TANTO A TI... Poema corto de amor y entrega


SE PARECE TANTO A TI...


Se parece tanto a ti…,
la marea entre las noches de luna plateada,

reflejándose en mis ojos al vaivén de tus recuerdos,
dispersa entre las arenas de unos besos
que nunca volaron ni se borraron con el tiempo.


Se parece tanto a ti…,
este eco que despierta los anhelos entre el cuerpo,
con musitar de arpas seducidas por el viento,
desplegando un abanico de caricias
y colores sujetados a mis senos.



Se parece tanto a ti…,
la casa que me abriga entre su pecho;
estas sábanas tejidas con las risas discretas del silencio,
como una antorcha que ha prendido aquí en el lecho
la magia dichosa de tus recuerdos.


Se parece todo a ti…,
porque eres el amor que llevo dentro.


Escrito por: Rosa de la Aurora 



lunes, 22 de mayo de 2017

EL VALOR DE UN GESTO ( PROSA)


EL VALOR DE UN GESTO ( PROSA)


De pie, en el mercado, justo al lado de la gente que almorzaba y con gesto casi angelical, un abuelito de cabello cano y contextura delgada esperaba callado, relamiéndose los labios. Sus ojos repasaban los platillos que la gente comía con prisa; las deliciosas ensaladas y picadillos casi intactos que pasaban a la basura por exceso o simplemente un paladar exigente.

Dinero iba y venía. Las camareras de un lado al otro atentas al servicio de sus clientes y casi molestas por la presencia del anciano que no dictaba palabra.

 Yo, al igual que muchos otros, estaba allí, sin percatarme la situación.  Había entrado con prisa y solo había percibido, que un par de personas persistían allí, incluyendo al abuelito, pero nada más. 

Esperaba con ansias mi platillo porque era tarde y mi estómago empezaba a rugir. Observaba y escuchaba las conversaciones de la gente que concluían en risas y alegría.

De pronto, justo a mi lado, una señora que disfrutaba de un buen plato de comida exclamó:
-¿Tiene hambre, abuelo?

El señor asintió con la cabeza. Era demasiado humilde para contestar. 

La señora pidió otro plato vacío y le dijo de nuevo:
¡Siéntate aquí, abuelo!

Tomó su plato de comida, lo dividió en dos y el abuelo dando las gracias, se inclinó a comer.

Tenía tanta hambre como jamás habían visto mis ojos. Aquella comida la devoraba como si se tratase de un manjar jamás visto. Grandes boconadas que parecían atragantarlo.
 
Yo no podía hablar, estaba en shock. Tomé mi plato de tortillas que era lo que tenía intacto y se lo di.
Mi comida se volvió insípida y por alguna razón mi hambre desapareció. No podía dejar de mirarlo, deseando extender una mano y darle un abrazo, pero era un extraño y podría asustarse, aunque, no más de lo que yo estaba, preguntándome ¿Dónde estaría su familia?  ¿Porqué estas injusticias en el mundo, cuando nos hacemos llamar buenos seres humanos?¿No tenemos ojos? ¿Estamos tan sordos? ¿O es que nuestro corazón es solo un pedazo de roca cubierta de escarcha?

Tomé de mi bolso el único dinero que tenía, calculando me quedara para los pasajes de autobús, pero estaba demasiado petrificada para hablarle. No quería interrumpir aquellos deliciosos bocados que apaciguaban su hambre. No pude. No encontraba el momento por más que lo intentaba y removía el dinero entre mi mano.
Creo que la situación me había paralizado por completo.

El almuerzo había terminado y mi compañera muy indiferente, exclamó:
-¡Vamos!
Mis pies se suspendieron por inercia. Estaba pegada allí. El alma me pesaba demasiado.
Caminamos hasta la puerta y nos perdimos entre el bullicio de la gente, pero por alguna razón, una parte de mi alma y de mis lágrimas se quedaron allí, con él,  para siempre.