Hasta la médula.
En la hombría de
tus caderas,
se desliza el susurro de mi mente
aniquilada por el aroma de tu piel,
desinhibida por los clamores de tus células
que incitan a mi lengua a degustar la clemencia
y levantar los ayunos impuestos con dones de Afrodita.
se desliza el susurro de mi mente
aniquilada por el aroma de tu piel,
desinhibida por los clamores de tus células
que incitan a mi lengua a degustar la clemencia
y levantar los ayunos impuestos con dones de Afrodita.
Te degusto,
ante un altar de
delicias que se catan como el vino
endulzando cada
pliegue,
arañando los
espacios vacíos de ternezas,
donde retumban
con demencia mis suspiros,
mientras voy
bebiendo en cada poro la esencia de tu fuego.
depositando en
cada beso la pasión de mi centro
y las
iniquidades del eros.
Remontando.
Remontando el vuelo.
Esa revoltosa
pirueta que eriza mi piel
y la envuelve en
su flama
quemándola de clamores,
otorgando
licencias a tus fantasías
que arremeten
con instinto contra mi santuario,
coronando de
sonrojos los excesos
culminantes de
complacencias susurradas,
sobre las suaves
y blancas sábanas,
en las que se
derrumban nuestras esculturas
después de
habernos entregado hasta la médula.